Exit

Esto fue escrito por el 2003.  No se si llamarlo historia, ensayo, o nota suicida.  Lo escribi en una epoca en la que el mundo se me caia a pedazos, de manera que es oscuro, denso, y pesimista.  Viendolo a la distancia, muchos años despues, me parece que es un poco mas pesimista de lo que debiera ser, como si mi yo de treinta y tantos años se compadeciera un poco del quejumbroso yo de veinte.  A veces me pregunto por que aun cargo con estos fantasmas.



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Era inevitable. Un cuarto de siglo de tinieblas lo habia vuelto demasiado insensible como para intuir el diminuto haz de luz famelica que se colaba a duras penas por entre las paredes del sotano en que se habia ido transformando su porcion del mundo, su rutina diaria, su vaga existencia.

Hay una linea muy delgada entre la casualidad y el destino. Para quienes nacen bajo el signo de la soledad, todo es cuestion de colocar una primera piedra, pequeña o grande. Una piedra es una piedra, un comienzo. Una causa desata un efecto, y se crea una cadena interminable. Los inescrutables designios de la fatalidad guian la marcha hacia el abismo, y todo cede. Todo cae. Tras la primera piedra vienen muchas otras mas, hasta que alrededor de ese abismo, de ese vacio que alguna vez fue persona, se levanta un muro que parece no tener fin. Las tinieblas toman forma y su peso oprime el pensamiento.

El mundo entero parece girar en torno a ese ser pequeñito, casi insignificante, como si se encontrara en el vortice de un torbellino inmenso que acabara por devorar hasta la esencia misma de las cosas, y despues ya no habra nada sino el vacio infinito, la oquedad en la que, alguna vez, todo lo que ha sido, es y sera, todos los reinos y todos los imperios, las naciones, los individuos, las conquistas, los descubrimientos, y todos los muertos de todas las guerras que son una misma absurda guerra, y tu y yo y todos los seres existimos sin darnos cuenta de que cargabamos a cuestas con la infausta maldicion que nos condena desde siempre y para siempre a perecer en el olvido.

Y, sin embargo, ese ser pequeñito, casi insignificante, persiste en su lucha esteril, aun sabiendo que quien lucha contra si mismo ha de perder de una u otra manera. Se aferra por momentos a la esperanza de una luz que ignora y que no sabria reconocer. Quiere ser otro. Sueña ser alguien. En su desvario, pretende cambiar el curso de su vida. Ignora que la mano que hace siglos puso en movimiento los engranes de la rueda, no es la suya. La esperanza, finalmente, como todas las quimeras, desaparece entre humo e incertidumbre.

Tarde o temprano se da cuenta de que los muros que lo rodean son demasiado altos, demasiado espesos, y demasiado suyos como para trasponerlos con un solo salto de luz y libertad que no sera posible mientras lleve consigo un cuarto de siglo y otros tantos kilos de carne y huesos y preguntas y remordimientos. La vida tambien pesa.

Ningun camino es recto para siempre. Tarde o temprano se divide, y hay que decidir. El como y el por que son lo de menos. Se elige un camino y se justifica bajo cualquier pretexto. Las excusas sobran. Luego viene la duda. Esta crece y se propaga como una plaga; como hierba mala que no es posible exterminar y que, poco a poco, lo ahoga todo. Trepa por los muros hasta tocar el cielo, y forma una boveda impenetrable. Forma corredores y pasadizos. Entonces se pierde hasta el recuerdo de la luz. Una oscuridad fisica y palpable, hecha de piedra y de conciencia, se apodera del mundo y se cierne sobre ese ser pequeñito, casi insignificante, a quien la soledad ha vuelto invisible.

Se gana peso. Y para salir del sotano, para abandonar el calabozo, los muros interminables que estan plagados de dudas que se extienden como enredaderas infinitas que todo lo opacan y todo lo asfixian con una oscuridad fisica y palpable, hecha de piedra y de conciencia, hay que aligerarse. Hay que perder peso. Hay que ser un poco menos de eso que se es. Se busca a tientas en la oscuridad, y se encuentra.

De manera inocente, casi casual, se topan las ciegas manos con un objeto frio y pesado que es a la vez espuela y balsamo: fuente de olvido y vacio reconfortante. Con movimientos cortos, automaticos, carentes por completo de albedrio, guia la mano el instrumento fatal, y lo inevitable sucede a lo inevitable: mejor morir a tiempo que vivir en vano.

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Una descarga solitaria estremecio por un instante la profunda serenidad de la noche. Del departamento contiguo acudieron los vecinos, alarmados por el estruendo. Una especie de quejido ininteligible se ahogo en sus gargantas, al descubrir, tendido sobre el suelo en una postura grotesca, el cuerpo inerte de un ser pequeñito, casi insignificante: la frente atravezada por una bala, y la mirada impavida perdida en el vacio.